CUESTA VOLVER A LA DISCIPLINA

Dicen que cuando las responsabilidades te abruman cuesta mucho mantener un cierto control sobre la creatividad, aunque en realidad este no ha sido, ni es, el mayor de mis problemas en esta nueva etapa de mi vida musical. Es cierto que carezco del tiempo suficiente pero me voy apañando a base de concentración y organización.  

Sin duda lo que llevo peor es la disciplina para enfrentarme a un instrumento tan desagradecido al abandono como el saxofón. Con la niña revoloteando, el teléfono sonando, el fogón humeando, mis socios inquiriendo,  mis gestiones pidiendo, es muy complicado pararse a estudiar un par de horas al día. 

Por encima vivo en un piso la mayor parte del tiempo y, evidentemente, el saxo da bastante la vara a los vecinos, si bien yo soy muy rspetuoso con los horarios.

Aun así, me veo obligado a tocar con sordina. Porque el saxo emite unos 90 decibelios.

He adquirido una SAXMUTE, que reduce el volumen notablemente, yo diría que un 40%, pero por la contra reduce expresión, obliga a soplar más, transforma el timbre y da muchos problemas de afinación. Por encima estoy tocando frente a una pantalla especial de espuma y aluminio que recoge el sonido y lo apaga considerablemente, yo diría que fusila otros 10 decibelios. Además ensayo casi metido en un armario de ropa, y para más inri me he rodeado de mantas y cojines.

Ahora no molesto a los vecinos, no creo que emita ni 40 decibelios, pero tocar se hace muy arduo y por momentos frustra el aprendizaje. Pero bueno, reconozco que la SAMUTE ha salvado mi estudio del tenor y que estoy trabajando escalas en plan espartano sin jorobar a nadie.     

Tengo que trabajar el saxofón porque más de la mitad de las canciones que he compuesto hasta ahora tienen solos o partes de brass. Entre tanta programación se agradece algo más humano.

En difinitiva, puede que la edad sea aliada de la disciplina pero la edad alberga circunstancias complejas y ¡cuanto cuesta!