SADE VERSUS RIHANNA
En los últimos 30 años la música pop ha experimentado grandes transformaciones letrísticas, compositivas, interpretativas, de producción y de imagen.
¿Pero podemos afirmar que se ha producido una evolución, o más bien estamos ante una evidente involución?
La comparación entre las dos más importantes divas de color, Sade, en los 80 y Rihanna, en las primeras décadas del XXI, dejan abien a las claras la respuesta.
LETRAS.
Las letras de Sade son auténticos relatos literarios y desde un punto de vista formal rozan lo poético, en general están bien contruidas tanto en métrica como en rima. Las de Rihanna son provocadoras, propias de los tiempos que vivimos, (hoy se necesitan mensajes rompedores) pero carecen de consistencia argumental y son muy básicas; la construcción métrica roza el ad líbitum debido a los estribillos cortos y repetitivos pero están muy bien fundidos con los tiempos rítmicos. Las rimas en ocasiones tienen trampa y se hace coincidir sílabas finales imposibles a base de retorcer el inglés hasta convertirlo en una jerga inteligible, si bien es cierto que Rihanna es jamaicana.
COMPOSICIONES.
Sade representa el colorismo de lo étnico africano, con algunas adimentos latinos, sobre la esencia del jazz en un formato POP. Las armonías son ricas y sorpredentes, las melodías diversas y conmovedoras, los arreglos depurados no solo en su composición sino en la elección del instrumento interviniente, por momentos parece un pequeño quinteto de jazz, en otras ocasiones se nos cuela una Big Band depurada y clasicista; las bases de Sade son poderosas pero cíclicas, (en los últimos trabajos hasta monótonas), batería, percusión y bajo forman un océano denso sobre el que navegan olas de colcheos meláncolicos o elegantes rifs de piano. Se puede hablar de una gran calidad y elegancia.
Las composiciones de Rihanna se montan sobre armonías lineales y estructuras compositivas muy contundentes, escasas variaciones para enganchar a un oyente con un oído menos educado que el de los 80 pero que al tiempo es muy exigente porque pierde el hilo con facilidad. La arreglistica va en función de una secuencia y no se encuentra subordinada a la voz, eso si, la respeta, no la pisa. Los contratiempos de las canciones de Rihanna son espectaculares, nunca hay silencios porque esta música no es tan sutil como para introducirlos pero si se desenvuelve con la suficiente habilidad compositiva entre los semivacios, que es otra cosa. Los ritmos consisten en grooves provenientes del reggae pero las cajas destacan como en el house, eso sí, sin reverbs, en esto Sade fue su antecesora pero Rihanna le supera con creces en bailabilidad, de hecho la música de Rihanna invita a la contorsión, es alegre y extrovertida frente a la interiorista Sade.
INTERPRETACIÓN.
Tanto Sade como sus músicos depliegan una enorme personalidad. La voz de Sade es muy profunda, dulce, grumosa y un poco rasgada, de afinación perfecta, de un manejo del portamento y el pitch esquisitos, nunca patina. Sabe trabajar la proximidad al micro de forma magistral, en eso nadie la supera. Entre sus músicos destaca Stuart Colin Matthewman, el afamado saxofonista y alma mater compositiva. De hecho las melodías de saxos son la seña de identidad de Sade en sus primeros trabajos. Lamentablemente Matthewman fue perdiendo las buenas costumbres de deleitarnos con su saxo (¿merced a un accidente en los dedos?) y eso le ha restado puntos a la música de la diva nigeriana; en sus trabajos finales ¡falta algo que esperas! y eso es el saxofón.
Los músicos de Rihanna no merecen ninguna mención más allá de su impresionante corrección técnica. Son ejecutores de factoría sin más, a la orden de una diva sin escrùpulos con su entorno músical. En realidad el mérito de la música de Rihanna se topa en la programación y en la producción. La voz de Rihanna es melosa, la imposta al estilo Madonna pero tiene otra pegada y mejor ritmo, eso sí, a veces peca de estridente. Tecnicamnte es buena pero no ha mejorado lo que se le presupone a una promesa. ¡Y es que Rihanna vive de sus hits, su vida y sobre todo su exhuberante imagen!.
PRODUCCIÓN.
Esto es un mundo aparte. Sade representa el paradigma de producción en los 80 como Rihanna es enseña de la producción musical del siglo XXI. Claro hablamos de sistemas y soportes de grabación muy diferentes. Sade representó el final de la era analógica, cuando las cintas alcanzaron una calidad extraordinaria y el comienzo de la digital con todos sus dudas iniciáticas. Rihanna es hija del avance tecnológico de esta era. Si escuchamos sin demasiada atención discos de una y de otra, aparentemente los trabajos de Rihanna suenan enormes y mucho más brillantes lo que induce a pensar en una mayor calidad por parte de la jamaicana. Sin embargo esa grandeza se basa en muchos casos en una masterización muy comprimida y al límite, tanto que en determinados equipos hasta satura. No hay pianos, fortes, ni mezzofortes, solo un azote brutal de bombos, cajas y percusiones aderezados con arreglos altisonates y una voz muy nítida. Sade suena más a música en directo, como si nos encontrásemos al lado de ellos en un unplugged, eso si en un ambiente cool, refinado, de la alta clase social.
IMAGEN.
Sade, chica buena, dulce y romantica de los 80, que en su momento también tenía su aquel sexual, frente a una Rihanna, que emerge como una belleza exótica pero malota con tatuajes, piercings y un comportamiento errático en su vida personal.
Eso es todo. Vosotros juzgáis, yo lo tengo claro.
COMPOSICIONES.
Sade representa el colorismo de lo étnico africano, con algunas adimentos latinos, sobre la esencia del jazz en un formato POP. Las armonías son ricas y sorpredentes, las melodías diversas y conmovedoras, los arreglos depurados no solo en su composición sino en la elección del instrumento interviniente, por momentos parece un pequeño quinteto de jazz, en otras ocasiones se nos cuela una Big Band depurada y clasicista; las bases de Sade son poderosas pero cíclicas, (en los últimos trabajos hasta monótonas), batería, percusión y bajo forman un océano denso sobre el que navegan olas de colcheos meláncolicos o elegantes rifs de piano. Se puede hablar de una gran calidad y elegancia.
Las composiciones de Rihanna se montan sobre armonías lineales y estructuras compositivas muy contundentes, escasas variaciones para enganchar a un oyente con un oído menos educado que el de los 80 pero que al tiempo es muy exigente porque pierde el hilo con facilidad. La arreglistica va en función de una secuencia y no se encuentra subordinada a la voz, eso si, la respeta, no la pisa. Los contratiempos de las canciones de Rihanna son espectaculares, nunca hay silencios porque esta música no es tan sutil como para introducirlos pero si se desenvuelve con la suficiente habilidad compositiva entre los semivacios, que es otra cosa. Los ritmos consisten en grooves provenientes del reggae pero las cajas destacan como en el house, eso sí, sin reverbs, en esto Sade fue su antecesora pero Rihanna le supera con creces en bailabilidad, de hecho la música de Rihanna invita a la contorsión, es alegre y extrovertida frente a la interiorista Sade.
INTERPRETACIÓN.
Tanto Sade como sus músicos depliegan una enorme personalidad. La voz de Sade es muy profunda, dulce, grumosa y un poco rasgada, de afinación perfecta, de un manejo del portamento y el pitch esquisitos, nunca patina. Sabe trabajar la proximidad al micro de forma magistral, en eso nadie la supera. Entre sus músicos destaca Stuart Colin Matthewman, el afamado saxofonista y alma mater compositiva. De hecho las melodías de saxos son la seña de identidad de Sade en sus primeros trabajos. Lamentablemente Matthewman fue perdiendo las buenas costumbres de deleitarnos con su saxo (¿merced a un accidente en los dedos?) y eso le ha restado puntos a la música de la diva nigeriana; en sus trabajos finales ¡falta algo que esperas! y eso es el saxofón.
Los músicos de Rihanna no merecen ninguna mención más allá de su impresionante corrección técnica. Son ejecutores de factoría sin más, a la orden de una diva sin escrùpulos con su entorno músical. En realidad el mérito de la música de Rihanna se topa en la programación y en la producción. La voz de Rihanna es melosa, la imposta al estilo Madonna pero tiene otra pegada y mejor ritmo, eso sí, a veces peca de estridente. Tecnicamnte es buena pero no ha mejorado lo que se le presupone a una promesa. ¡Y es que Rihanna vive de sus hits, su vida y sobre todo su exhuberante imagen!.
PRODUCCIÓN.
Esto es un mundo aparte. Sade representa el paradigma de producción en los 80 como Rihanna es enseña de la producción musical del siglo XXI. Claro hablamos de sistemas y soportes de grabación muy diferentes. Sade representó el final de la era analógica, cuando las cintas alcanzaron una calidad extraordinaria y el comienzo de la digital con todos sus dudas iniciáticas. Rihanna es hija del avance tecnológico de esta era. Si escuchamos sin demasiada atención discos de una y de otra, aparentemente los trabajos de Rihanna suenan enormes y mucho más brillantes lo que induce a pensar en una mayor calidad por parte de la jamaicana. Sin embargo esa grandeza se basa en muchos casos en una masterización muy comprimida y al límite, tanto que en determinados equipos hasta satura. No hay pianos, fortes, ni mezzofortes, solo un azote brutal de bombos, cajas y percusiones aderezados con arreglos altisonates y una voz muy nítida. Sade suena más a música en directo, como si nos encontrásemos al lado de ellos en un unplugged, eso si en un ambiente cool, refinado, de la alta clase social.
IMAGEN.
Sade, chica buena, dulce y romantica de los 80, que en su momento también tenía su aquel sexual, frente a una Rihanna, que emerge como una belleza exótica pero malota con tatuajes, piercings y un comportamiento errático en su vida personal.
Eso es todo. Vosotros juzgáis, yo lo tengo claro.